domingo, 1 de agosto de 2010

Frenesí comunicacional


Hoy salí de la casa sin el teléfono celular, al sentirme desprovisto de esa herramienta, entré en pánico y me devolví a buscarlo. Y es que el teléfono celular entró en mi vida para unirme comunicacionalmente con los demás, pero también para separarme sentimentalmente. Lo digo porque hace días, mi novia Camucha, después de siete años, rompió conmigo luego de leer en mi celular unos mensajes eróticos enviados por una tal Livia.

Eso antes no me pasaba. Tan sólo me pillaba notas en la ropa y se armaba la de San Quintín, pero con todo eso había comunicación. Hoy día la globalización comunicacional me ha sumergido en el mundo de las contraseñas: número clave al pagar con mis tarjetas en el supermercado, para abrir las puertas de mi vehículo, desactivar la alarma de la casa, para desbloquear mi celular, para entrar al computador, a la página del banco, a Cadivi, Seguro Social, a facebook, messenger, hi5, sónico, al correo electrónico, cantv… Ayer en la mañana, un tanto sonámbulo al calentar el desayuno, voy al microondas y trato de teclear mi contraseña. ¡Habrase visto!

Lo de los mails es típico: me entra un desespero por contestarlos, pero existen personas que sólo envían correos empezados por FWD… los reenviados… que son como los replicantes, pero en plan cadena. Puedo pasar años sin saber nada de la vida de esa gente, pero me atiborran con power-points esotéricos, con cartas que debo enviar por lo menos a 20 personas en la próxima hora o me quitarán la cuenta de correo y mi canario morirá al instante.

Un día normal de trabajo, se inicia en la casa al conectarme a la Internet antes de beber café, ducharme y salir. Luego en la oficina, enciendo la computadora después de saludar al jefe y de inmediato, leo los mails que me llegaron la noche anterior, reenvío algunos de los mejores a la lista de correo de los desocupados, navego por el website de subastas, almacenes virtuales y cuanto sitio encuentro para hallar una cámara fotográfica que quiero comprar desde hace días y no he podido encontrar. Así me la paso casi toda la mañana. Por la tarde, vuelvo a entrar al chat y termino la charla que dejé inconclusa; paseo por el facebook y después nueva tanda de respuestas de los últimos mensajes de la mañana, participo en el foro on-line: "¿Le parece justo tener tanto trabajo?", sesión que se ve interrumpida cada vez que alguien se acerca a mi escritorio, por lo que  oculto el foro poniendo a funcionar una opción de emergencia que despliega, en pocos segundos, cuadros estadísticos sobre toda la pantalla del computador. Cuando termina el horario laboral, arreglo el escritorio y me sirvo un cafecito. Leo por última vez el correo. Respondo y mando nuevos mensajes para el día siguiente. Al irme y desconectarme de la Internet, siento la terrible sensación de haberme separado de un ser querido.

 

Crónicas urbanas

 Andrés Eloy Ravelo

 Nota del autor: Los lugares, personajes y situaciones relatadas aquí, tienen un carácter hipotético. En ningún caso deben ser interpretadas literalmente como hechos de una realidad específica.

1 comentario:

  1. Saludos Tío; je... con respecto a la crónica de esta semana, es una realidad esa situación de cómo nos convertimos en esclavos y víctimas de estos medios que nos ofrece la tecnología, y es bueno empezar a reconocer que se pueden convertir en un problema si no se logran controlar, porque si es así el día a día de la mayoría en la actualidad, no me quiero imaginar que les depara el futuro a las nuevas generaciones.... Je, lo que sí es una realidad, es que estos son como el oxígeno en nuestras vidas!!! jejeje

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