domingo, 15 de septiembre de 2013

¡SÍ VIDA, CÓMPRALO!

Era mucha la gente y tal la algarabía en la venta de pescado del mercado de Anaco, que mi esposa y yo no podíamos caminar juntos, ni escucharnos al hablar. Ella (la que se casó en contra de mí), a quien catalogo de “compradora compulsiva de alimentos”, tenía apartado en el bolsillo derecho de su jean una pequeña parte de dinero para la compra de víveres ese día y en el izquierdo, una suma mayor para el pago del alquiler de la casa, de la luz, el teléfono, el cable y los numeritos de lotería que suelo comprar a diario. Estando mi esposa frente a uno de los vendedores de pescado fresco, suponía que estaba yo a su espalda, por lo que dice en voz alta para hacerse oír: -¡Vida, este carite está buenísimo! ¿Puedo comprarlo? -¿Cuánto cuesta?-, le responde una voz como a tres metros más atrás. A mi esposa le extrañó el tono de voz nunca apreciado en mi habla. Pero no le importó mucho por estar extasiada en la compra del pescado fresco. -80 bolívares los cinco kilos nada más… -Bueno, está bien, cómpralo si tanto te gusta... -¡Ahhh, vida, en este otro puesto hay jurel y cazón! Acuérdate que por ahí viene tu compai de Cantaura y el vendedor me dijo que nos da precio de amigos, por cinco kilos que necesito para hacer el sancocho del sábado y guisar en la tarde. -¿Y cuál es el precio de amigos?, inquiere la voz desconocida. -¡Vida, son sólo 100 bolos!-, responde mi esposa, notando que el dinero en su bolsillo derecho estaba acabándose. -¡Sí, como nos sobra dinero para gastar!, pero por ese precio quiero el pescado bien limpiecito, ¿okey? Mi esposa mete su mano en el bolsillo izquierdo para acariciar el dinero del pago del alquiler de la casa. Teme a mis represalias en caso de llegar ella a gastarlo. Pero tuvo la osadía de pensar un rato y luego exclamó en voz alta sin todavía voltear a verme: -Ah, vida escúchame otra cosita..., ¡te vas a caer pa’ atrás! -¿Qué?, de nuevo pregunta la voz extraña. -El domingo antes de irse el compai, pienso sorprenderlo preparándole un gran asopado de mariscos. Aquí veo de todo: camarones, mejillones, calamares, pulpos, cangrejos pequeños, langostinos y otros moluscos que no conozco, pero igual me los llevo. Compraré diez kilos de todo eso. -¿Y cuánto te están pidiendo? -Solamente 250 bolos... ¿increíble no? -Bueno, como tengo tiempo sin probar un solo marisco, puedes comprarlos, pero paga máximo, 230 bolívares, ¿okey? -Okey vida... noto que te has vuelto muy compresivo. ¡Te quiero! -Yo también...vida-, dijo a gritos el vendedor de sardinas, quien fastidiado por no tener clientela, había estado matando el tiempo contestándole a mi esposa. Crónicas Urbanas. Andrés Eloy Ravelo Nota del autor: Los lugares, personajes y situaciones relatadas aquí, tienen un carácter hipotético. En ningún caso deben ser interpretadas, literalmente, como hechos de una realidad específica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario