domingo, 19 de septiembre de 2010

Un día anormal


Este lunes de septiembre, intuí que sería el día más funesto de mi vida. Hoy empecé con una dieta para rebajar, en unas semanas, al menos diez kilos. Mi esposa me obligó a ello, por lo que fui con una médico nutricionista de ascendencia libanesa, quien me ordenó distribuir los alimentos de la siguiente forma: Lunes, sólo carnes (200 g.) con verduras y frutas. Martes, huevos sancochados con verduras y frutas. Miércoles, lácteos con puré, vegetales verdes y frutas. Jueves, verduras, que pueden servirse con queso desnatado. Viernes, pescado, acompañado de vegetales y frutas. Sábado, frutas, también comiéndolas con verduras de primero. Domingo, comer lo que apetezca, pero sólo verduras y frutas, ¡sin abusar!

“Y Dios dotó a la tierra con espinacas, coliflores, brócolis, y todo tipo de vegetales, para que el Hombre y la Mujer pudieran alimentarse y llevar una vida sana”, me pareció haber leído en el libro Génesis de la Biblia. Ah, pero… ¿quién dotó de puestos de comida chatarra a la calle del hambre y a la Libertador de Maturín con la ruta de las empanadas? ¡Dios mío!, ahora tendré que someterme a esa dieta estricta, pues mi esposa me amenazó con el divorcio, porque según, yo tenía 40 kilos de más con los cuáles… ¡no estaba legítimamente casada! 

-¡No te pongas esas camisas claras!, ¿no ves que los colores claros acentúan tu gordura?-, me dijo mi mujer antes de yo salir al centro de Maturín. Me vi la ropa y pensé: “¡Ah!, con razón en estos dos meses siento que he aumentado diez kilos.

Ya en el centro de Maturín y al tratar de cruzar la calle rumbo a una zapatería, un motorizado, frena ruidosamente a punto de atropellarme.

-¿No podía dar la vuelta con todo ese espacio que tenías en la calle?-, le grité.

-Sí, pero si doy la vuelta alrededor tuyo, se me acaba la gasolina. 

Entré luego a la zapatería para pasar casi tres horas probándome una veintena de zapatos que no calzaban del todo en mis anchos pies. Desilusionado, fui a parar a una panadería intentando tomarme un refresco, mas tuve temor de sentarme en las mesas, cuyas sillas parecían endebles para resistir mi peso corporal. Me fui de allí y al detenerme frente a la vidriera de una tienda de ropa, con la intención de comprar algo que me entrara, observé que una marca japonesa tenía como eslogan: “Sólo para cuerpos perfectos”. Un par de lágrimas intentaron emerger de mis ojos, pero… ¡macho no llora, y gordo mucho menos! Y así decidí volver a casa para seguir con la ingesta de verduras, vegetales y frutas.

Crónicas urbanas

Andrés Eloy Ravelo

Nota del autor: Los lugares, personajes y situaciones relatadas aquí, tienen un carácter hipotético. En ningún caso deben ser interpretadas, literalmente, como hechos de una realidad específica.

1 comentario:

  1. Estoy sufriendo algo parecido..sometida a una dieta rigurosa para poder lucir el traje que quiero ponerme para el Miss Vzla..con lo que disfruto comiendo!! ;)

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