domingo, 13 de febrero de 2011

Por amor a Gertrudis


Esa mañana entré a uno de esos establecimientos de comidas rápidas que hay en Maturín, con la intención de comer algo. Ya sentado en una mesa, observo que una pareja de ancianos entran muy resueltos para ordenar una hamburguesa con papas fritas, un refresco y un vaso adicional. Interesado, veo como luego el anciano divide la hamburguesa por la mitad y cuenta las papas fritas: una para ella, una para él, otra para ella y otra para él, hasta dividirlas por igual. Después, el abuelito llena el vaso vacío con la mitad del refresco y empieza a comer, mientras su anciana esposa lo observa con sus manos temblorosas puestas sobre su regazo.

Intrigado, me acerqué a los ancianos y les pregunté que si no les importaría que les comprara otra hamburguesa, y así no tendrían que dividir esa. "Nosotros llevamos 50 años de casados y cada cosa siempre la hemos dividido por la mitad, señor", el viejo replica. Observé que tenía bastante prisa por terminar de comer, por ello le comenté: “Veo que come usted muy rápido”.

-Es que mi mujer no le gusta comer fuera y siempre espera a que yo termine para llevarse la comida al asilo. Hoy es su cumpleaños y le regalé este libro de historia.

-¡Pero si es un libro de sexo!-, advertí

-Por eso, mijo, ya para nosotros el sexo es historia.

También me contó que su mujer llevaba algún tiempo en ese asilo, de donde la saca todas las tardes con el permiso del director, para cenar juntos. Mientras acababa de comer, le pregunté si ella se alarmaría en caso de que él faltara algún día a su habitual comida vespertina.

-No, ella ya no sabe quién soy. Hace cinco años que no me reconoce-, me dijo. Entonces le pregunté extrañado: “Y si ya no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad de sacarla y estar con ella todas las tardes?

Sonrió y dándome una palmadita en el antebrazo derecho, me dijo: -"Ella no sabe quién soy, pero yo todavía sé muy bien quién es ella". Tuve que contener mis lágrimas y pensé: "Esa es la clase de amor que quiero para mi vida. El verdadero amor que no se reduce a lo físico ni a lo romántico. Que es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya no es. ¡Es la clase de amor que anhelo!

Ya cuando se iban, la anciana me sorprende al preguntar a su compañero: “Señor, ¿cómo se llama ese alemán que me esconde las cosas y me vuelve loca en el asilo? Y su anciano esposo contesta: “Alzheimer, Gertrudis, Alzheimer”.

Crónicas urbanas

Andrés Eloy Ravelo

Nota del autor: Los lugares, personajes y situaciones relatadas aquí, tienen un carácter hipotético. En ningún caso deben ser interpretadas, literalmente, como hechos de una realidad específica.

1 comentario:

  1. Caripito..tu siempre te la comes con tus Cronicas, Demasiado bueno ese relato de Amor!!!, Como siempre mis respeto para Ti.

    ResponderEliminar