domingo, 20 de febrero de 2011

Pasión atrasada


-Oscar, hacía tiempo que sentía la necesidad de confesarte cuanto te deseo.

-Hilda, también te he deseado mucho desde hace años. Mira, aprovecho la ocasión, ahora cuando nos han dejado solos en esta plaza de Caripito, para decirte que eres la fuente principal de todos mis sueños y cuando pienso en el deseo, entonces es a ti a quien mi carne busca.

-¡Ay, Oscar, no contaba con eso! Hace años que daba todo por sentir esas manos tuyas en mi cuerpo. Se me hacía agua la boca sólo en pensar que tú, de un momento a otro, podría enredar tu dedos en mis vellos y...

-¿Y...?

-Bueno ya sabes... esos detalles que hacen que una mujer de mi edad, vuelva a vivir la intensidad de un amor a veces turbulento, a veces tan fuerte, cual caballo desbocado, que origina en mí los más sublimes suspiros de éxtasis.

-Hilda, mira son muchos los años que por timidez, cobardía o falta de interés de ambos, no habíamos materializado este amor que nos consume por dentro.

-¿Qué propones al respecto?

-Se me antoja que debiéramos hacer, hoy mismo, un tour por algunos automoteles para conocer esos sitios y así, apagar esta llama de pasión que amenaza con carbonizarnos. ¿Te imagina yendo rumbo al motel ubicado vía Caripito, o entrando en el otro vía al sur, o regodeándonos en uno que hace años funciona cerca de Boquerón, fundiéndonos de amor allí y haciendo lujurias toda la noche?

-¡Huy..., Oscar, todavía se me sonrojan las mejillas...! ¡Aaahh..., pero esta vez te diré que sí. ¡Ya basta de miedo y del “qué dirán”!. ¿Tendremos que alquilar un taxi?

-Ummm..., supongo, pues acuérdate del impedimento que tenemos para conducir vehículos. Pero eso no importa, lo primordial son las “cositas ricas” que vamos a hacer en las habitaciones...jajajajajaja...

-Oscar, Oscar... ¿acaso no escucha por tu oído derecho? Te pregunté ¿qué piensas hacerme en esos moteles?

-¡Mujer..., arrancaré de tu garganta los más agudos gemidos de placer! No te daré tregua, pues haremos el amor una y otra vez hasta el cansancio. Comenzaremos por aquellas caricias y fantasías que siempre hemos querido hacernos. Salpicaré tu ser de todo mi ímpetu pasional, pues besaré cada rincón de tu cuerpo, me convertiré en el rey de tus sueños más eróticos y además, seré...seré...el...

-¡Hey, señor Oscar, doña Hilda! Ah, otra vez este par de viejitos escapándose del grupo. En cualquier momento el autobús los deja y no podrán volver al Club de Abuelos. ¿De qué hablaban?

-¡De Chávez, mijita, de Chávez!

Crónicas urbanas

Andrés Eloy Ravelo

Nota del autor: Los lugares, personajes y situaciones relatadas aquí, tienen un carácter hipotético. En ningún caso deben ser interpretadas, literalmente, como hechos de una realidad específica.

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