martes, 2 de noviembre de 2010

Pasión por una amiga


Me quedé con mi amiga Ana María al concluir su fiesta de cumpleaños. Le ayudé a recoger los platos sucios y desperdicios. Al finalizar esa labor, ella dice:

-¡Huy, es muy tarde!, será mejor que te quedes a dormir.

-¿Y dónde duermo?

-Conmigo en mi cama.

¡Uf!, mis piernas temblaron y me dije: “¡Por fin esta es mi noche!”. Al rato sospeché que, basado en mi condición de amigo “superespecial”,  su propuesta al parecer no tenía otras intenciones, por lo que con toda confianza, ella se queda en ropa íntima, mas yo aún así pienso: “Me quedaré en calzoncillos... pues sigo creyendo que esta es mi noche”. De un brinco me meto en su cama y doblo mis rodillas para disimular. Ella se acuesta también, me sonríe, se voltea dándome la espalda y dice: “Hasta mañana”. Insistí: “Vamos, no seas tímida, dime algo”.

-Okey, ¡duérmete!-, ¡y ella se durmió! Lleno de asombro murmuro para mis adentros: “Pero bueno, ¿esta mujer no reza ni nada?”

Estoy acostado con la mujer que más deseo y no me atrevo a moverme para no tocarle nada. En este momento soy el hombre más caliente del mundo. ¡Y qué larga se me hace la noche! De pronto me vienen a la cabeza un par de preguntas: “¿Rozarla con mi pierna, será de mal amigo? ¿Y si son sus glúteos los que me tocan? Ah, percibo su cuerpo como un templo, ¡pero esta noche no hay misa! Horas después, sólo me hago una pregunta: “¿Seré realmente idiota?”.

¡No puedo creer que estoy en la misma cama con ella y no vaya a pasar nada!
Pero confío que en cualquier momento, ella dará la vuelta y me dirá: “Ya has sufrido bastante, ahora… ¡hazme tuya!

¡Y mira que sufro!, porque tengo toda la sangre del cuerpo acumulada en un mismo sitio.  “Se han dado casos de hombres quienes han llegado a reventar”, me dijo antes un amigo en una situación similar.

La humillación no terminó allí. A las siete de la mañana suena el timbre de la puerta: “¡Ay, es José!”, exclamó Ana María. ¿José?, ¿pero no lo habías dejado?, le pregunté. “Ya te contaré, que ahora tengo prisa. Olvidé decirte que él iba traer a su perro, porque como nos vamos a Margarita, el perro contigo quedará bien cuidado. Esta es tu casa, quédate tranquilo. Para colmo, entra José y me dice: “¿Eres su amigo? Tienes mala cara, ¿has dormido bien?”. Se fueron y quedé con el perro.  Pensé: “Si para Ana María considerarme "su amigo", consiste en arruinar mi vida sexual, ¿qué hará con sus enemigos? Bien que seamos amigos, lo que no entiendo es por qué no podemos hacer el amor como amigos".

Crónicas urbanas

Andrés Eloy Ravelo

Nota del autor: Los lugares, personajes y situaciones relatadas aquí, tienen un carácter hipotético. En ningún caso deben ser interpretadas, literalmente, como hechos de una realidad específica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario