domingo, 28 de noviembre de 2010

Dos buenas amigas


Rita y Zenaida eran un par ejemplar y particular de amigas. Nadie podía imaginarlas a una sin la otra. Una dupla que despierta admiración por su modelaje de personas atraídas por una aparente amistad sincera y desinteresada. Aunque tenían una semana sin verse, se dio la casualidad de que ambas coincidieran una tarde soleada en un centro comercial de Maturín, cuando Rita salía de la peluquería.

-¡Hola, Rita! ¿Te cortaste el pelo?

-¡Sí, querida! No te imaginas con quien... con Lombardi, el maestro de la tijera. ¿Qué tal? Vine enseguida apenas llegó de Milán.

-¡Maravilloso! Te ves diez años más joven. ¡Qué bárbaro! Quisiera hacérmelo igual. ¿Fueron mechas?

-¡Noooooo…! me aplicó una nueva técnica de aclaración que trajo de Italia. ¿Qué te parece?

-¡Waoooo…! ¡Bella, amiga! Te felicito.

-Sí Zenaida, anda, háztelo cuando puedas, seguro que te hará algo muy fashion, además con el pelo que tienes, él quedará encantado. Dile que vas de parte mía para que te trate bien y te haga algo chévere. Después me llamas para contarme.

-Okey, Rita. Vamos a ver si nos ponemos de acuerdo y salimos
un día. ¿Sí?

-¡Claaaaro.....amiga!, a eso sólo hay que ponerle fecha.

 Media hora después y como cansadas de tanto hablar, Zenaida le dice a Rita:
-Bueno amiga vete a tu casa, que tu esposo se va enorgullecer de la esposa que tiene.

-¡Ay, amiga, qué linda eres! Estoy tan feliz por ti.

 Al despedirse, Zenaida va pensando:

"¡Qué cosa tan fea lo que le hicieron en ese pelo! ¡Pobrecita!, y la muy imbécil se cree que está bella. Además está burda de gorda.  No entiendo a su marido, ese idiota con lo bueno que está, sigue casado con ella. Ese le debe montar más cachos... ¡pobre estúpida!”

 Por su parte, Rita se aleja pensando:

 "Esa debe estar muriéndose de la envidia. ¡Qué hipócrita!, como sí no supiera que se la pasa “buceando” a mi marido cada vez que lo ve y todavía quiere hacerse lo mismo que yo en el pelo, pero no es posible con su pelo de escoba.
Será para que al marinovio le de un infarto cuando la vea. ¡Desgraciada!

De súbito, la voz lastimera  de un mendigo saca a Rita de sus pensamientos:

-¡Señora, por piedad!, deme algo. Mire que no he comido nada en tres días y me veo ya muy flaco.

-¡Ay señor, que envidia le tengo! ¡Ojalá tuviera yo esa fuerza de voluntad para así comprarme ropa de menor talla!-, exclamó Rita alejándose del pordiosero y sumergiéndose de nuevo en sus pensamientos.

Crónicas urbanas

Andrés Eloy Ravelo

Nota del autor: Los lugares, personajes y situaciones relatadas aquí, tienen un carácter hipotético. En ningún caso deben ser interpretadas, literalmente, como hechos de una realidad específica.

martes, 2 de noviembre de 2010

Pasión por una amiga


Me quedé con mi amiga Ana María al concluir su fiesta de cumpleaños. Le ayudé a recoger los platos sucios y desperdicios. Al finalizar esa labor, ella dice:

-¡Huy, es muy tarde!, será mejor que te quedes a dormir.

-¿Y dónde duermo?

-Conmigo en mi cama.

¡Uf!, mis piernas temblaron y me dije: “¡Por fin esta es mi noche!”. Al rato sospeché que, basado en mi condición de amigo “superespecial”,  su propuesta al parecer no tenía otras intenciones, por lo que con toda confianza, ella se queda en ropa íntima, mas yo aún así pienso: “Me quedaré en calzoncillos... pues sigo creyendo que esta es mi noche”. De un brinco me meto en su cama y doblo mis rodillas para disimular. Ella se acuesta también, me sonríe, se voltea dándome la espalda y dice: “Hasta mañana”. Insistí: “Vamos, no seas tímida, dime algo”.

-Okey, ¡duérmete!-, ¡y ella se durmió! Lleno de asombro murmuro para mis adentros: “Pero bueno, ¿esta mujer no reza ni nada?”

Estoy acostado con la mujer que más deseo y no me atrevo a moverme para no tocarle nada. En este momento soy el hombre más caliente del mundo. ¡Y qué larga se me hace la noche! De pronto me vienen a la cabeza un par de preguntas: “¿Rozarla con mi pierna, será de mal amigo? ¿Y si son sus glúteos los que me tocan? Ah, percibo su cuerpo como un templo, ¡pero esta noche no hay misa! Horas después, sólo me hago una pregunta: “¿Seré realmente idiota?”.

¡No puedo creer que estoy en la misma cama con ella y no vaya a pasar nada!
Pero confío que en cualquier momento, ella dará la vuelta y me dirá: “Ya has sufrido bastante, ahora… ¡hazme tuya!

¡Y mira que sufro!, porque tengo toda la sangre del cuerpo acumulada en un mismo sitio.  “Se han dado casos de hombres quienes han llegado a reventar”, me dijo antes un amigo en una situación similar.

La humillación no terminó allí. A las siete de la mañana suena el timbre de la puerta: “¡Ay, es José!”, exclamó Ana María. ¿José?, ¿pero no lo habías dejado?, le pregunté. “Ya te contaré, que ahora tengo prisa. Olvidé decirte que él iba traer a su perro, porque como nos vamos a Margarita, el perro contigo quedará bien cuidado. Esta es tu casa, quédate tranquilo. Para colmo, entra José y me dice: “¿Eres su amigo? Tienes mala cara, ¿has dormido bien?”. Se fueron y quedé con el perro.  Pensé: “Si para Ana María considerarme "su amigo", consiste en arruinar mi vida sexual, ¿qué hará con sus enemigos? Bien que seamos amigos, lo que no entiendo es por qué no podemos hacer el amor como amigos".

Crónicas urbanas

Andrés Eloy Ravelo

Nota del autor: Los lugares, personajes y situaciones relatadas aquí, tienen un carácter hipotético. En ningún caso deben ser interpretadas, literalmente, como hechos de una realidad específica.